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| "HAYAS EN OTOÑO". OLEO/TABLA 85 X40cm |
Vuelve el otoño al estudio de Ramón Faro y resplandece el oro destellando en los cuadros junto con los ocres, marrones y rojos, entremezcándose en el bosque, formando un tapiz de luz sobrevenida, de un sol que cae ya inclinado en, quizá, la estación más bella, nostágica y romántica del año.
Diez nuevas obras, con títulos que lo dicen todo: "Amarillos sobre el bosque", "Camino al ocre", "Hayas en otoño", "Amarillos", acompañados de otros que también escogen el otoño como tema: "Vías del Canfranero", -ese mítico tren que unía Zaragoza y Canfranc, plantando cara a la frontera francesa mediante una espléndida estación cual palacio francés encantado, dejado de la mano de Dios hace ya cuatro décadas- o "Sombras en el camino" (segunda edición). Como es habitual también, nos deja la huella humana en el retrato de "Irena Sendler", de apellido con hondas raices aragonesas, mediante el cual el autor rinde homenaje de admiración, respeto y cariño hacia su persona.
De todos ellos, destaca "Amarillos" por la explosión de luz que brota de las hojas, fundidas en matraz de oro fundido mientras que el resto de los paisajes otoñales transitan más por la gama de los ocres-marrón-tierra y son más endógenos, más quietos, salvo "Hayas en otoño", singular teclado que resume, contenida, la sinfonía cromática del otoño. Irena, con su sonrisa cómplice parace aprobarlo todo, acostumbrada a tantos atardeceres otoñales. Así nos han parecido estas excelentes obras, así las hemos sentido, así las hemos visto, y así lo contamos y firmamos.
Diez nuevas obras, con títulos que lo dicen todo: "Amarillos sobre el bosque", "Camino al ocre", "Hayas en otoño", "Amarillos", acompañados de otros que también escogen el otoño como tema: "Vías del Canfranero", -ese mítico tren que unía Zaragoza y Canfranc, plantando cara a la frontera francesa mediante una espléndida estación cual palacio francés encantado, dejado de la mano de Dios hace ya cuatro décadas- o "Sombras en el camino" (segunda edición). Como es habitual también, nos deja la huella humana en el retrato de "Irena Sendler", de apellido con hondas raices aragonesas, mediante el cual el autor rinde homenaje de admiración, respeto y cariño hacia su persona.
De todos ellos, destaca "Amarillos" por la explosión de luz que brota de las hojas, fundidas en matraz de oro fundido mientras que el resto de los paisajes otoñales transitan más por la gama de los ocres-marrón-tierra y son más endógenos, más quietos, salvo "Hayas en otoño", singular teclado que resume, contenida, la sinfonía cromática del otoño. Irena, con su sonrisa cómplice parace aprobarlo todo, acostumbrada a tantos atardeceres otoñales. Así nos han parecido estas excelentes obras, así las hemos sentido, así las hemos visto, y así lo contamos y firmamos.
jevv
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