"Con motivo de la estación e influido por sus colores hay una proliferación de cuadros con dicho motivo.
Mis retratos también son unos "otoños " maravillosos que nos regalan ,historias ,"cuentetes" y sobre todo
con una amistad que guardo como uno de mis mayores tesoros .
Cuando me cuentan sus vivencias , me hacen partícipe del secreto de su tiempo ".
Ramón Faro
Decir que vuelve Ramón Faro a Pínfanos Digital, es como decir que vuelven a nuestra retina, en esta época del año, los ocres, el otoño, sus personajes pensativos, las cumbres .... todas esas cosas que conforman el universo pictórico de Ramón, esas ventanas que de vez en cuando se nos abren a una vida natural, de naturaleza, auténtica, verdadera. Lo que pinta Ramón Faro es verdadero, y como verdadero, el tiempo pasa sobre las cosas más despacio, con otro ritmo.
Nosotros vivimos y los paisajes quedan por muchos años más que nosotros. Los bosques, ahí están años y años y siglos y siglos. ¡Qué decir de las cumbres, con las nieves casi tan perpétuas como aquellas! Miles y miles de años. Millones. Los rios y los caminos que llegan tan lejos hasta que se dejan de ver. No hasta el infinito, ya que el infinito es una pura entelequia del intelecto, puro concepto matemático, el resultado que no sabemos interpretar. Los caminos y los rios son aquel punto de la infancia por donde se iban los personajes, hasta que se hacían pequeños, pequeños, muy pequeños. Puro sueño.
También sus personajes retan al tiempo. Viven despacio y envejecen despacio. Sus barbas son blancas. Sus moños también. Ellas hablan en grupo, ellos meditan, pensativos, humildes, profundos, señores del entorno, del tiempo y de sí mismos. Ellas, siempre con algo entre las manos, que es una forma de detener la vida, alargarla y dominarla. Mientras duren y vivan, queda el testimonio de una mejor integración entre las personas y la naturaleza, de profundo respeto entre ambos, rota por algo que ni siquiera podemos llamar civilización, rota por una demencia que esperemos sea temporal. Después, desparecidos, los personajes y las obras de Faro se convierten en preciosas páginas de un notario de la vida.
Ramón Faro, pinta lo que vio y le gustó. Sus geografías vitales y personales le llevaron desde la planicie del desierto a las cumbres pirenaicas en las que en ambas vivió y de ambas debió quedar prendado. Ramón no pinta urbes, ni aglomeraciones. Sólo personas, naturalezas y pueblos. Es decir, todo.
Desde Octubre, hasta el Día de Patrona, Ramón nos muestra 10 nuevas obras que son un buen exponente de lo dicho: paisajes y paisanajes, más una bella y humilde casa del cartero de Bernués, recogida y coqueta. Os invitamos a visitarlas en las direcciones habituales, al tiempo que este comentador desea, a Ramón y familia, contento por el feliz desenlace de los malos momentos familiares pasados, y lectores todos, unas hogareñas Navidades y un 2012 mejor que el que dejamos. Salud y paz.
Nosotros vivimos y los paisajes quedan por muchos años más que nosotros. Los bosques, ahí están años y años y siglos y siglos. ¡Qué decir de las cumbres, con las nieves casi tan perpétuas como aquellas! Miles y miles de años. Millones. Los rios y los caminos que llegan tan lejos hasta que se dejan de ver. No hasta el infinito, ya que el infinito es una pura entelequia del intelecto, puro concepto matemático, el resultado que no sabemos interpretar. Los caminos y los rios son aquel punto de la infancia por donde se iban los personajes, hasta que se hacían pequeños, pequeños, muy pequeños. Puro sueño.
También sus personajes retan al tiempo. Viven despacio y envejecen despacio. Sus barbas son blancas. Sus moños también. Ellas hablan en grupo, ellos meditan, pensativos, humildes, profundos, señores del entorno, del tiempo y de sí mismos. Ellas, siempre con algo entre las manos, que es una forma de detener la vida, alargarla y dominarla. Mientras duren y vivan, queda el testimonio de una mejor integración entre las personas y la naturaleza, de profundo respeto entre ambos, rota por algo que ni siquiera podemos llamar civilización, rota por una demencia que esperemos sea temporal. Después, desparecidos, los personajes y las obras de Faro se convierten en preciosas páginas de un notario de la vida.
Ramón Faro, pinta lo que vio y le gustó. Sus geografías vitales y personales le llevaron desde la planicie del desierto a las cumbres pirenaicas en las que en ambas vivió y de ambas debió quedar prendado. Ramón no pinta urbes, ni aglomeraciones. Sólo personas, naturalezas y pueblos. Es decir, todo.
Desde Octubre, hasta el Día de Patrona, Ramón nos muestra 10 nuevas obras que son un buen exponente de lo dicho: paisajes y paisanajes, más una bella y humilde casa del cartero de Bernués, recogida y coqueta. Os invitamos a visitarlas en las direcciones habituales, al tiempo que este comentador desea, a Ramón y familia, contento por el feliz desenlace de los malos momentos familiares pasados, y lectores todos, unas hogareñas Navidades y un 2012 mejor que el que dejamos. Salud y paz.
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