Nos llama la atención el óleo sobre lienzo que bajo el título de "Retrato de D. Mariano" es bello ejemplo de un virtuoso contraluz en el que destaca, en un medio plano, el retrato de Don Mariano. Rostro, manos y camisa tallados hasta el más mínimo pliegue, hasta la más mínima arruga, bajo una boina decolorada en la que se siente el paso del tiempo y el polvo de la vida que sin duda la cubre. Realismo y animismo, casi en estado puro.
En segunda elección, nos vamos a la versión de "Las barcas" que marcan una perfecta simetría reflejada sobre un mar del que se siente -el mejor mensaje de la obra para este comentarista- , la calma que arrulla y mece las barcas, unidas a tierra por sencillas maromas, cuerdas de una guitarra imaginada.
Finalmente, destacamos los dos arborescentes cuadros elaborados con pigmentos de óleos totalmente artesanales, dotados de una extraordinaria potencia de fuego, de una ígnea fuerza interior, deflagración de la naturaleza en sí misma, que llega a deslumbrar la retina del observador. Mucho más que otoños encendidos. Otoños incendiados. Quizá.
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