El Colegio de Huérfanos
de la Infantería
o de María Cristina
Por
José
Luis Lindo Martínez,
Cronista Oficial del Real Sitio y Villa de Aranjuez
Conferencia
ofrecida el día 6 de octubre de 2012 en el Centro Cultural Isabel de Farnesio
con motivo del 125 Aniversario de la
Inauguración del Colegio María Cristina en el Real Sitio y Villa de Aranjuez.
El Real
Sitio de Aranjuez ha sido, desde su fundación por la Monarquía en el siglo XVI,
una de las preciadas joyas de la Corona. Desde su titulación como Real Casa con
el reinado de Felipe II, hasta la llegada de Fernando VI, Aranjuez no tuvo
posibilidad de crecer como población. Es a partir de este último reinado cuando
se hace una ciudad abierta, se levanta esa prohibición y el monarca permite la
fabricación de palacios, casas de jornada, etcétera. A mediados de ese siglo la
Corona comenzará a levantar sus edificios que destinará a dependencias
patrimoniales o al personal a su servicio. Uno de aquellos edificios fue el que
se levantó en 1758 bajo la dirección del arquitecto de la Corona Jaime Marquet
llamado Cocheras de la Reina Madre Isabel de Farnesio.
Posteriormente
dicho edificio fue centro docente a expensas de la Corona, conociéndosele como
Colegio de Huérfanos de la Infantería, y se inauguró hace ahora 125 años por la
Reina María Cristina de Habsburgo-Lorena. La Corona de España mostraba su
preocupación por la docencia, especialmente por los jóvenes descendientes de
familias de militares leales a la Monarquía
fallecidos en diferentes conflictos bélicos.
El día 10
de junio de 1886 se publicaba una Real Orden por la que se ordenaba dar
apertura al establecimiento docente titulado en su inicio con el nombre de
«Colegio de Huérfanos», para pasar a denominarse finalmente «Colegio de
Huérfanas de María Cristina». El edificio era propiedad de la Corona, y se le
conocía como Cocheras de la Reina Madre Isabel de Farnesio. Su obra del siglo
XVIII se asienta en la manzana 26, sobre un solar situado a cuatro aires o
calles: del Capitán Félix Angosto Gómez-Castrillón, del Gobernador, del Rey y
Plaza de Abastos, sobre una superficie de sesenta y cuatro áreas y un metro, es
decir, algo más de seis mil cuatrocientos metros, correspondiente a la parte
construida en planta baja, patios, corrales o huertas.
Un
rotativo castrense recogía la siguiente descripción del edificio. «El edificio
en que hoy se halla instalado el Colegio se compone: de planta baja, principal
y segundo piso. En uno de los patios,
situado frente a la puerta y vestíbulo de entrada, hay una fuente con agua
abundante de los manantiales de Ocaña. En el otro patio, correspondiente al
departamento de las niñas, situado con completa separación de los varones, hay
una gruta rústica, representando la de Nuestra Señora de Lourdes y a un lado un
modesto pero limpio oratorio, pues la capilla aún no ha podido ser construida».
Una de
las primeras decisiones que toma el Consistorio Municipal presidido por Joaquín
Gullón López el día 1 de diciembre de 1886, es decir, a escasos dos meses de la
inauguración, es la de conceder permiso a la petición del Subdirector del
Colegio de colocar en la línea de la fachada del edificio, un lienzo de plantas
sembradas a la distancia de tres metros y medio de la propia fachada.
Quince
días después de esta concesión, el Alcalde Gullón y Concejales trataban los
pormenores de la próxima inauguración del Colegio.
«Se
acordó festejar debidamente a SS.MM. el Rey y la Reina Regente el día 29 del
próximo mes de enero cuando llegue a esta población con el fin de inaugurar el
Colegio de Huérfanos de la Infantería, construyéndose dos arcos provisionales y
adornar convenientemente las calles por donde pase, para lo que la Comisión
Permanente de festejos entenderá».
La
escasez de medios técnicos del Ayuntamiento de Aranjuez le llevó a solicitar al
de Madrid ayuda para engalanar el pueblo como se había acordado por los Ediles
ribereños, y concedió el Consistorio madrileño. Según El Correo Militar, el
centro docente se inauguró el día 29 de enero de 1887, en «un acto que dejará
imperecedera memoria en el Real Sitio de Aranjuez; la inauguración oficial del
nuevo Colegio de Huérfanos de la Infantería española». Jornada que estuvo
presidida por S.M. la Reina Dª. María Cristina, acompañada de SS.AA.RR. las
Infantas Dª. Isabel y Dª. Eulalia, y el Infante D. Antonio que vestía uniforme
de Húsares de la Princesa, además del numeroso séquito palaciego y autoridades
municipales con el Alcalde Joaquín Gullón López y otros miembros de la
Corporación.
Pero el
protagonista una vez más fue el pueblo ribereño. Hacia año y medio que Aranjuez
–siendo Alcalde Rafael Almazán– había sufrido una cruenta epidemia colérica que
diezmó seriamente la población. En aquellos aciagos días de julio 1885 S.M. el
Rey D. Alfonso XII se había presentado en Aranjuez llamando a la calma e
intentando mitigar en lo posible el dolor ante el desastre humano que se estaba
sufriendo. Ahora era su segunda esposa María Cristina, quien se presentaba para
un acto tan importante como el de inaugurar un centro docente bajo su
protección. El referido rotativo ensalzaba los preparativos municipales y la
actitud de la población ribereña.
«El
pueblo de Aranjuez, desde primeras horas de la mañana, habíase vestido de gala,
llenando de colgaduras los balcones y ventanas, y el Ayuntamiento levantando
vistosos arcos y marcados con escudos, banderolas y gallardetes la carrera que
debía seguir la regia comitiva y los invitados a la fiesta, como muestra del
regocijo que sentía al recibir a los nobles viajeros que acudían a enaltecer un
establecimiento que goza entre aquel vecindario de universales simpatías».
A lo
largo de la vida de este centro, el Ayuntamiento mostró siempre una actitud de
mano tendida hacia el Colegio, ocupándose incluso de sus necesidades más
perentorias. Una de ellas se abordó el día 22 de octubre de 1890 y tuvo que ver
con el suministro de agua no potable. En específico con una solicitud del
Coronel Director del Colegio para instalar una cañería subterránea con objeto
de aprovechar las aguas del Mar de Ontígola. La cañería debía partir desde el
Colegio, subiendo por la calle del Capitán Félix Angosto, y pasando por el Camino
de las Cruces hasta llegar al citado Mar de Ontígola. Demanda que aprobaron por
unanimidad los Ediles.
Pero el
asunto más serio estuvo relacionado con el aspecto higiénico-sanitario al que
tuvo que hacer frente la Dirección del Centro. El día 7 de octubre de 1895 el
periódico nacional La Iberia recoge la noticia de que un brote gastrointestinal
había afectado a más cien alumnos del Colegio.
Según el
periódico La Época los damnificados ascendían a unas ciento cincuenta personas.
En aquellos días había trescientos alumnos varones, y una buena cantidad de
niñas. Delicado asunto que tuvo en alerta al Ayuntamiento, a las autoridades
locales y al Comandante Militar en Aranjuez, que a su vez daba traslado al
responsable castrense el General Primo de Rivera, y este al Ministro de la
Guerra. Hasta Aranjuez llegaron desde Madrid equipos médicos para controlar la
situación, y aunque en principio se creyó que era un brote colérico, no fue
tal, sino trastornos gástricos de los que se desconocía la procedencia.
Quizás la
filtración del agua insalubre desde la cañería de agua proveniente del Mar de
Ontígola, a las aguas de la red pública de consumo, pudiera haber tenido esa
fatal e inesperada consecuencia, pues el vecindario ribereño no se vio
afectado. Desde que se inauguró el Colegio la población de alumnado era de
«Cristinos y Cristinas» llamados también «Pínfanos o Pínfanas» nombre este
último que evoca la melodía dulce del instrumento musical. Pero a partir de
1897 y hasta el final de la andadura de dicho Colegio, fue exclusivamente de
«Cristinas o Pínfanas».
Otro
hecho reseñable fue el que se produjo el día 12 de diciembre de 1897, cuando
era bendecida la Capilla del Colegio por el señor Auditor del Vicario general
castrense, en representación del Obispo de Sión, y a partir de aquél instante
puesta en funcionamiento para la Comunidad del Colegio de María Cristina,
aunque con el tiempo este centro de culto estaría abierto en actos religiosos
al pueblo de Aranjuez.
Un
aspecto que no se había tratado en la vida del Colegio, se refiere a la
carencia que tenían las monjas del Colegio de un lugar propio para cristiana
sepultura. Esto se evidencia cuando fallece Sor Delfina de Casamayor Boiasier,
primera Superiora del Colegio, y se entierra el día 11 de julio de 1903, mientras
se gestionaba la propiedad de la sepultura. Seis días después, siendo Alcalde
de Aranjuez el farmacéutico de la localidad Abelardo Montero Izquierdo, se
trataba en el Pleno municipal la solicitud que firmaban la Comunidad de
Religiosas del Colegio María Cristina de la Infantería, con el fin de que se
les concediese en el Cementerio de Santa Isabel la sepultura en propiedad
número diez del tramo cuarto del patio de propiedades, donde reposaba Sor
Delfina. El Concejal responsable, comunicaba al Pleno que no había problema en
acceder a esta solicitud previo pago de los derechos correspondientes. Así se
aprobó. En esta sepultura yacen los restos de veinte religiosas. Catorce días
después, la Corporación trata una nueva solicitud las Hermanas de la Congregación
de la Sagrada Familia que se hallaba al frente del Colegio María Cristina, con
el fin de que se les concediese otra sepultura en propiedad con el número once
del tramo cuarto del patio de propiedades. El Ayuntamiento acordaba concederla
a perpetuidad previo pago de las tasas, pero no sería utilizada hasta el día 9
de julio de 1909 cuando fallece la religiosa Sor Inés Zabala Montero. Aquí
descansan los restos de 17 religiosas.
Por esa
misma época el edificio sufre una importante modificación propuesta por la
Dirección del Colegio al Ayuntamiento, se trataba de abrir una nueva entrada
por la Plaza de Abastos. Dicha propuesta se presentó en el Pleno Municipal el
día 2 de octubre de 1903 siendo Alcalde Abelardo Montero. Tras conocer los
Ediles que eran favorables los informes técnicos, se aprobó dicha solicitud
siempre y cuando se llevase a efecto la obra procurando en lo posible no
alterar la estética del edificio.
Por 1911
–como refleja La Correspondencia de España del 23 de mayo de ese año– la
siguiente Directora del Colegio era Sor María de la Asunción, de nacionalidad
francesa, ayudada por otras dieciséis religiosas y un Capellán; la población de
educandas ascendía a cerca de quinientas niñas de todas las edades.
Cuando
llega el régimen republicano en España, el Colegio María Cristina con la
Comunidad de religiosas y “Cristinas”, no estará exento de adversidades y
desencuentros, porque aunque hasta ese entonces habían sido bien recibidas como
parte del vecindario, su situación se tornará difícil con la hostilidad del
Gobierno municipal por el hecho de estar el Centro dirigido por religiosas y
ser las alumnas descendientes de militares de un ejército muy distinto al que
era leal a la República. Aunque la situación durante aquellos años fueron
duros, hasta el extremo de tener que guardar los hábitos las religiosas, el
Colegio siguió su andadura con este serio problema, que no solo afectaba a
Aranjuez, sino a una buena parte de España.
Tras la
Guerra Civil, se mejoraron las relaciones entre la Comunidad educativa,
Ayuntamiento y la población.
Quizás
debido a la historia que acontecía en la pérdida de sus progenitores en las
diferentes guerras, las alumnas recogen recuerdos como el siguiente en el libro
hoy se presenta, Historia del Colegio María Cristina de Aranjuez. El Internado
que vivimos: «Nuestra condición, para nosotras, era motivo de orgullo. Éramos
las hijas de los héroes de la Patria que habían luchado y muerto por ella como decían
las letras de los himnos militares que aprendíamos y cantábamos con fervor»
Muchos
datos se podrían referir sobre este entrañable Colegio de María Cristina, pero
llama la atención una noticia del periódico ABC del día 21 de noviembre de
1957. Bajo el título «La Madre María del Pilar Sanac», el rotativo explicaba
que había fallecido a los ochenta y nueve años de edad en la residencia de
Martillac (Gironde, Francia), Casa que podía considerarse «la cuna de la
Congregación de la Sagrada Familia, la madre María del Pilar Sanac, que durante
cincuenta y cuatro años de profesora primero y de Superiora después, ejerció su
magisterio en el Colegio María Cristina de Aranjuez, para huérfanas de
militares.
Uno de
los últimos acontecimientos que vivió «La Casona» con las «Cristinas» y
Comunidad Religiosa, fue el día 6 de
mayo de 1962, cuando se dieron cita en el Colegio los que fueron Huérfanos de
la Infantería Española, parte de aquellas generaciones de «Cristinos» que se trasladaron
al Colegio que se instaló en Toledo. Fue un día grande en general, pero en
particular para los galardonados con el «Emblema de los Cristinos» Fray Justo
Pérez de Urbel y Don Blas Piñar, según recoge el día 8 de mayo de 1962 el
periódico nacional ABC.
«Después
de cantar todos los presentes el Himno de la Infantería, se sirvió la comida a
las niñas. Por la tarde, distintos actos continuaron la fiesta del Colegio. Es
el viejo Colegio de Aranjuez una de las instituciones de mejor abolengo. La
imposición de Cristinos honorarios es difícil de alcanzar, y por ello tiene un
gran valor y se la otorga íntima resonancia».
«La
Casona», aquel edificio destemplado que fuera el hogar de generaciones de
«Cristinas», es motivo de recuerdos que perduraran en la memoria de aquellas
jóvenes día a día, como así lo manifiestan en su historia.
«En la
Casona pasábamos del frío al calor sin cambiar de vestuario, y era habitual
padecer de sabañones que te acribillaban de dolor o picor, según la
temperatura. El Colegio era como una gran familia en la que el vestuario se
pasaba de las hermanas mayores a las pequeñas, así que conseguir unos zapatos
nuevos era todo un acontecimiento».
El día 15
de julio de 1967 se publicaba en los medios nacionales y Boletín Oficial, el
concurso público para las obras de mejoramiento de duchas y aseos en las
instalaciones del Colegio. Tres años después la vida educativa en la vieja
«Casona» queda concluida. En 1973 la Junta Central de Acuartelamientos
anunciaba subasta para la enajenación del edificio; para participar en la misma
se estaba obligado a presentar como fianza de algo más de ocho millones de
pesetas.
Desde que
en 1887 se inaugurase el Colegio, hasta el día 1970 que cerró definitivamente
sus puertas a la educación, quedan en el recuerdo de diversas generaciones de
«cristinas» en la popular «Casona»,
hermosas labores de costura, bordados con matices, trabajos de ciencia y arte,
formación humana y religiosa, disciplina, alegría y compañerismo, y el pasear y
disfrutar en las horas de asueto por la
población ribereña siendo parte de esta con sus clásicos uniformes. La vida de
este Colegio de Huérfanos de María Cristina ha quedado impregnada en los
cimientos de la historia del Real Sitio y Villa de Aranjuez.
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