ILUSTRÍSIMA
SRA. ALCALDESA DEL REAL SITIO Y VILLA DE ARANJUEZ.
EXCELENTÍSIMAS
E ILUSTRÍSIMAS AUTORIDADES.
SEÑORAS
Y SEÑORES:
Es para mí, como representante del PAHUET, un honor estar hoy con ustedes en este acto,
en el que se celebra el 125 aniversario de la inauguración del Colegio Mª.
Cristina en Aranjuez. Este colegio que junto a otros, ha supuesto una importante ayuda para las huérfanas y
huérfanos de los militares de la época.
Hasta llegar a lo que hoy día es el Patronato de Huérfanos del Ejército de Tierra, se ha recorrido un
largo camino, en la historia de nuestro país, permítanme que haga un breve
resumen:
Se puede decir que huérfanos de militares han existido
siempre, pero el interés por ellos empieza a manifestarse durante los siglos
XVI y XVII, cuando España se ve involucrada en continuos conflictos bélicos,
provocados tanto por la política interior, como por el juego de la diplomacia
exterior. Esta contínua y complicada situación bélica causa numerosas bajas en
su Ejército y consecuentemente, produce cambios en la Unidad familiar:
“Con la muerte del militar en el campo de
batalla, queda un hogar destrozado, una viuda que apenas cuenta con medios para
subsistir y en muchos casos, tres, cuatro, o más hijos que alimentar e
instruir”.
Con los hijos varones suele haber menos problemas, pues
al cumplir la edad necesaria, ingresarán en las filas del ejército y seguirán
la tradición paterna.
“Así
lo refleja el famoso escritor Arturo Pérez Reverte, cuando narra las aventuras
del Capitán ALATRISTE, luchando como soldado en los tercios españoles en la Guerra de Flandes, allá por el siglo
XVII bajo el reinado de Felipe IV. En una de sus batallas, Diego ALATRISTE ve
como su mejor amigo LOPE DE BALBOA, compañero de armas de muchos años, muere de
un tiro en el asalto a una Posición, entonces Diego le jura ocuparse de su
hijo Íñigo. El joven Iñigo de Balboa, contaba con 13 años de edad, cuando
fue enviado por su madre para entrar a servir, entre criado y paje, al amigo de
su padre, quedándole todavía a su madre dos hijas que mantener y educar”.
Esto era frecuente en la época, pero el problema se
planteaba con las niñas, no sólo hay que alimentarlas sino igualmente darlas
una formación mediante la educación y el aprendizaje. “Se teme que la situación de desamparo y pobreza pueda llevarlas a
buscarse la vida por medios poco decorosos”. Hay que evitar esta
situación y buscar un medio de acogerlas.
La dinastía de los Austrias no es ajena a este problema,
vive con preocupación el futuro de las huérfanas de quienes murieron en el
campo de batalla en cumplimiento del deber y la defensa de la monarquía.
Para ello durante los siglos XVI y XVII se procedió a la creación de numerosos monasterios.
Obras pías de fundación real donde ingresaban viudas, hijas de damas de la
nobleza para dedicar sus vidas al recogimiento y la oración y también se acogía
a las huérfanas de empleados de Palacio, miembros de los Consejos de Gobierno y
oficiales del Ejército, con objeto de formarlas y protegerlas hasta que
tuvieran edad de tomar estado.
Los conflictos y las guerras se seguían sucediendo a lo
largo del siglo XVIII. Con la guerra de Sucesión en España comienza la
disolución de su Imperio, las luchas por la hegemonía naval y militar,
continental y colonial, involucraban a la población y causaban numerosas bajas
que seguían dejando, como triste recuerdo, un alto número de viudas y
huérfanos, a quien era preciso ayudar.
Cuando llega a España Felipe V, primer rey de la Casa de
los Borbones, consciente de esta situación, a la par que mantiene las
instituciones fundadas por sus antecesores, propicia la creación de nuevos
centros de acogida para huérfanas en distintas ciudades de la Península,
(Zaragoza y Valencia).
Pero no fue hasta el año 1728 cuando se crea la primera
asociación, surgida en el seno del
Ejército, para proteger el desamparo de las familias de militares, siendo
establecida por el Marqués de Verboom, General del arma de Ingenieros. A ella podían acogerse todos los
componentes del Cuerpo de Ingenieros mediante el pago de una suscripción.
Años
más tarde, a propuesta del Marqués de la Mina y aprobado por Carlos III, se
crea el Montepío Militar, cuyo
cometido era socorrer mediante una pensión, a viudas y huérfanos de oficiales
militares, de todas las armas y cuerpos.
Pero el
origen del actual Patronato se remonta al último tercio del siglo XIX, cuando
debido a las Guerras Carlistas y a las de Cuba y Filipinas, se vuelve a
producir un elevado número de huérfanos de guerra que dan lugar al
nacimiento de los Colegios de Huérfanos.
Así, en el año 1872,
gracias al tesón del General Fernández
de Córdoba, habiendo cesado ya en su cargo de Director del Arma de
Infantería, logra hacer realidad su proyecto consistente en “asegurar la
suerte de los hijos de nuestros compañeros de armas, que mueren sin dejar otro
patrimonio que su espada y su hoja de servicios, y lograr la fundación de
un establecimiento que los pusiera al
abrigo de la miseria y de la deshonra, procurando que ingresaran en el
Ejército”.
Las hijas huérfanas de los militares serían asimismo
recogidas en un establecimiento específico donde recibirían una educación
decorosa, proveyendo luego a su colocación y dotándolas modestamente. Así nacía
en Toledo, el primer Asilo de
Huérfanos de Infantería, posteriormente denominado Colegio. Se
inaugura con solo seis plazas, pero pocos días después eran sesenta, a los tres
meses seiscientos niños y cien niñas y muy pronto llegaron a los dos mil entre
aspirantes e internos.
Cinco años más tarde, en 1887, se abre el Colegio de
María Cristina en Aranjuez, del arma de Infantería.
Y con el paso del tiempo, se van creando otros colegios:
· El
colegio Santiago en Valladolid, para Huérfanos del Arma de
Caballería.(1892)(1909)(1915 Carabanchel Bajo))
· El
Colegio de Santa Bárbara en Vitoria (1906), para huérfanos del Arma de
Artillería al que luego se le unió el de San Fernando (1909) para huérfanos del
arma de Ingenieros.(1910 en Carabanchel Alto)
· El
Colegio de Santa Teresa, integrándose luego en el Colegio de la Inmaculada
Concepción para huérfanos de los Cuerpos de Sanidad Militar, Estado mayor,
Jurídico y Veterinaria. (1924)
Estos Colegios estaban regidos por Asociaciones
Benéficas de carácter particular, que contaban con la protección del
Ministro de la Guerra, constituidas por una serie de socios que aportaban una
cuota para el sostenimiento de los respectivos colegios. El fin de la
asociación no se limitaba al mantenimiento y educación de los huérfanos sino a
darles una carrera, profesión u oficio.
Más tarde, con motivo de nuestra Guerra Civil, los
colegios de huérfanos también se vieron profundamente afectados, por lo que se
procedió a la creación de un Patronato de huérfanos por cada Arma o Cuerpo,
integrando en ellos las antiguas Asociaciones y dotándolas de su propia junta
Directiva. A partir de este momento los colegios pasaron a depender, por
primera vez, del Ministerio del Ejército y no del arma o cuerpo
correspondiente.
El funcionamiento de estos Patronatos era
estatutariamente distinto, y su protección no se ejercía uniformemente por igual.
Se imponía la necesidad de establecer un mismo criterio, por lo que siendo
Ministro del Ejército D. Carlos Asensio Cabanillas, (1943), se dispuso la
creación de tres únicos Patronatos de
huérfanos: Oficiales, Suboficiales y sus asimilados y Tropa,
que sucedían a los antiguos de las Armas y cuerpos. La diferenciación nominativa tenía sólo carácter
administrativo, todos tenían las mismas oportunidades. Por aquel entonces los
Patronatos ya disponían de una serie de Colegios y Residencias, tanto propios
como concertados y contratados, situados en distintos puntos de la geografía
nacional, también asignaban pensiones cuando se estudiaba fuera de estos
colegios.
En 1981, por Real Decreto, se refunden en uno
solo los tres Patronatos con el nombre de Patronato
de Huérfanos del Ejército de Tierra, nombre con el que actualmente se
conoce.
Con el transcurso del tiempo, afortunadamente, fueron
disminuyendo los conflictos bélicos y va reduciendo el número de huérfanos
protegidos, de tal forma que de los 21.000
huérfanos protegidos que había en el año 1946, se reducen a 1550 los huérfanos protegidos que
tenemos hoy en día. Esto ha implicando igualmente la disminución paulatina en
el número de colegios y residencias, contando en la actualidad el Patronato
solamente con tres Colegios de huérfanos, La Inmaculada y San Fernando en
Madrid y el de Santiago en Valladolid, actualmente cedidos a la DIAPER para su
administración y gestión, como RME.
Esta notable reducción de huérfanos permite ir mejorando,
considerablemente, las condiciones de vida de los que se encuentran actualmente
protegidos, dotándoles de mejores ayudas y prestaciones que les permitan
prepararse para la carrera militar o bien realizar los estudios que cada uno
elija, en la universidad que quiera o pueda, sin que sea una carga para su
familia y sin necesidad de residir en uno de los citados colegios del
Patronato.
Deseando
mantener viva la tradicional vinculación de la Monarquía española con las
Instituciones de protección a los huérfanos del E.T., el 15 de abril de 1994
S.M. la Reina Doña Sofía acepta ser madrina de dicho patronato.
Hoy, el PAHUET, es una Asociación Benéfica Particular,
adscrita al Ministerio de Defensa y cuya finalidad es acoger bajo su protección
a los huérfanos de militares del Ejército de Tierra y de los cuerpos comunes
adscritos al Patronato, en orden a contribuir a su formación y sostenimiento en
la forma y aptitud que se determina en el correspondiente reglamento.
Se encuentra organizado, en una Jefatura ubicada en
Madrid y 19 Representaciones ubicadas en 19 Provincias repartidas en todo el
territorio nacional, con la finalidad de facilitar el acercamiento a todos los
rincones de España en los que puedan residir aquellas viudas y huérfanos que
necesiten de nuestra ayuda.
Es gobernado por una Junta de Gobierno, e inspeccionado
por un Consejo Rector. (Ambos son
órganos colegiados)
Para el cumplimiento de la misión y desarrollo de su
labor benéfica, el Patronato cuenta con las cuotas mensuales ordinarias
aportadas por todos sus socios, con su patrimonio, rentas e intereses y con los
donativos, herencias y legados que recibe.
En términos generales, la protección abarca a todos los
huérfanos de militares menores de 25 años al producirse la orfandad, teniendo
en cuenta que si trabajan no deberán percibir más de cierta cantidad como
ingresos máximos; también podrán estar protegidos desde los 25 hasta los 27
años si se encuentran realizando estudios universitarios; y a los mayores de 27 años si son discapacitados con un grado
de minusvalía mayor o igual al 65%.
De los 1550 huérfanos que actualmente se encuentran
protegidos, su situación es la siguiente: el 23% está realizando estudios
universitarios, el 28% realiza estudios no universitarios, el 12% ya ha
terminado sus estudios pero aún no trabaja y es menor de 25 años y el 37%
restante es discapacitado mayor de 27 años con una minusvalía >= 65%.
Todos reciben diferentes ayudas y prestaciones
económicas, en función de la situación familiar y según los estudios que
realiza, siendo estas ayudas iguales para todos cuerpos y empleos. Durante el
anterior ejercicio económico, correspondiente al año 2011, se adjudicó entre
ayudas, prestaciones y premios, una media anual de 4.900 € por cada huérfano.
El actual PAHUET,( y con esto acabo), heredero hoy de la
tradición e historia de los anteriores Patronatos, conocedor de la noble
tarea que tiene asignada de amparar y proteger a los huérfanos de nuestros
compañeros de armas, siendo éste
siempre su principal objeto de atención, se esfuerza en trabajar con la
eficacia y el rigor que exige la gestión de los recursos que se ponen en sus
manos, para dar el mejor servicio a Viudas, Huérfanos y Socios.
Quiero agradecer a todas aquellas personas y asociaciones
que desinteresadamente colaboran con el Patronato en el cumplimiento de su
misión y en especial a la Asociación de Huérfanos del Ejército, representada
hoy aquí por su presidente D. Lucas de Mingo Misena, que mediante actos
como el de hoy ayuda a mantener vivo el recuerdo de los colegios de huérfanos y
a divulgar su historia.
Muchas Gracias por su atención.
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