Por
Marta González Bueno
Co-Autora
Antigua Alumna del “Real Colegio María
Cristina”
Buenos días a todos. En primer
lugar queremos reiterar las gracias a todas las personas que nos acompañan en
estos actos tan entrañables para nosotras. Y especialmente a los responsables
del área de cultura del Ayuntamiento, que desde los primeros contactos se
mostraron favorables a esta celebración.
Nuestro generoso y amable
presentador ha hecho un recorrido exhaustivo sobre el libro en el que, como él
ha dicho, y se lo agradecemos, hemos trabajado con mucho cariño y dedicación
durante muchos meses. Esperamos que los sentimientos que produzcan en todos los
que se acerquen a conocer el contenido sean de comprensión y también de cariño,
especialmente en las antiguas alumnas que vivieron en este entorno. Y en las personas ajenas a la institución,
que contribuya al conocimiento de nuestro pasado más inmediato.
Habituados como estamos a que
Historia se considere fundamentalmente la narración de los grandes
acontecimientos y las actitudes de los personajes políticos que modifican
notablemente el devenir de las sociedades, puede parecer pretencioso el título
del libro, pero nosotras sólo hemos querido dejar constancia de nuestra pequeña
historia, que es la historia de una forma de vida, de unos valores y de unos
sistemas pedagógicos que imperaron en la sociedad en la época en que éramos
niñas y adolescentes. A fin de cuentas, de las pequeñas monografías sobre la
vida cotidiana de espacios y tiempos concretos sean pueblos, barrios,
comunidades e instituciones se nutre la gran historia.
El periodo central que abarca
este libro, corresponde a unos años de blanco y negro como nos ha dicho Lucas,
en los que penurias y privaciones alcanzaron a una buena parte de la población
española. Fueron muchas las familias que, como las nuestras, se vieron obligadas a desmembrarse lentamente,
comenzando por un hijo, o por el padre que se decidía a emigrar lejos de las
tierras de pan llevar, donde apenas se producía
para cubrir las necesidades de todos los habitantes.
En nuestro caso, otras
circunstancias motivaron el temporal distanciamiento de los miembros de la
familia. Los hijos y las hijas que habían sido marcadas por el dolor de la
pérdida definitiva del padre tuvieron que dispersarse por diferentes lugares de
España en los que el Patronato,
generosamente, había establecido las instituciones que daban cobijo y formación
a los niños y jóvenes que de otra forma se hubieran visto abocados a trabajar
desde edades muy tempranas.
Y Aranjuez fue el destino de
nuestra emigración particular. El solar en el que nos encontramos fue nuestro
lugar de residencia durante varios años, hasta diez e incluso más, para algunas
de nosotras. En torno a estas fechas se producía cada año nuestra incorporación
al centro.
Por eso, Aranjuez nos producía
sentimientos encontrados que reflejábamos en nuestros escritos: (cartas a la
familia, los diarios íntimos, los artículos en nuestra revista) y que hemos recogido
en el libro. Estábamos cansadas del tren de madera que nos traía hasta aquí y
no queríamos saber nada de Aranjuez, pero al mismo tiempo lo amábamos.
Presumíamos al exterior de estar en un lugar precioso (que sólo veíamos las
tardes señaladas y que recorríamos de tres en tres como tan bien ha reflejado
Socorro en la portada). Admirábamos sus jardines, donde pasábamos tan buenos
ratos.¡Cuántas postales de Aranjuez hay todavía en nuestras casas, enviadas a
los familiares y que luego recuperábamos para nuestros estupendos álbumes de
arte!. ¡Cuántas fotos en sus lugares más emblemáticos!. El Tajo, los jardines
de la Isla y del
Príncipe, la casita del labrador y los múltiples establecimientos a los que
hacemos referencia en el libro, forman parte de nuestras vidas. Y es que, como
dijeron los poetas, nuestra patria es la infancia. Y de la historia de esta
patria forma parte, inevitablemente, la existencia de aquel Colegio
de María Cristina para hijos e hijas de militares. Personas ajenas a la
institución lo han señalado también, como José Luis Lindo Martínez, Cronista Oficial del
Real Sitio y Villa de Aranjuez, o Cecilio Fernández Bustos cuando al hablar de las calles de Aranjuez se refiere a la
calle del Capitán: “Nuestros ojos lo han conocido como Colegio de María
Cristina («Las Cristinas», internado para huérfanas del Ejército)”El Colegio
tuvo su sede en este lugar durante un tiempo limitado, menos de un siglo; poco
tiempo para la historia, aunque para quienes lo habitamos supuso una eternidad.
El encuentro que estamos
celebrando aquí, (después de que hace más de cuatro décadas el Colegio dejara
de encontrarse en este lugar), nos llena de nostalgia, es volver un poco a
nuestra patria, donde sufrimos y gozamos, como reflejamos en el libro, pero de
la que, no lo duden, somos entusiastas embajadoras.
Confiamos en que la lectura del
libro, con las evocaciones de esa vida que vivimos, regida por mil normas y salpicada de otras
tantas anécdotas, sea del agrado de todos ustedes.
Gracias.
Lo quiero comprar. Mi madre estuvo interna allí y acaba de cumplir 94.
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