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jueves, 11 de octubre de 2012

DISCURSO DE PRESENTACIÓN DEL LIBRO “HISTORIA DEL COLEGIO MARIA CRISTINA DE ARANJUEZ (EL INTERNADO QUE VIVIMOS),A CARGO DE D.LUCAS REMÍREZ EGUÍA, MIEMBRO DE LA JUNTA DIRECTIVA DE LA ASOCIACIÓN DE HUÉRFANOS DEL EJÉRCITO



Lucas Remirez, acompañado del Presidente de la AHE, durante su intervención


En la primera página de este libro, que tengo el honor de presentarles, se puede leer una cita anónima que dice: “LOS ACONTECIMIENTOS, CUANDO NO SE ESCRIBEN, NO SE CUENTAN O NO SE RECUERDAN, ES COMO SI NO HUBIERAN OCURRIDO”.
Para evitar que eso se produjera, las autoras del libro,  Marta y Naty,  hace años, decidieron empezar a recopilar datos, material fotográfico, testimonios de compañeras, etc. y dedicar muchas horas del día, de muchos días y muchos meses, a la escritura del libro que hoy les presento.
El título está compuesto de dos partes: Historia del Colegio  María Cristina de Aranjuez y a continuación: El internado que vivimos. Sin embargo, cuando uno se embebe en su lectura se da cuenta que las dos partes del título constituyen una simbiosis perfecta entre la historia del colegio desde su fundación y las vivencias de las autoras durante sus años de internado (parte de las décadas de los cincuenta  y sesenta); porque, estas vivencias, sus vivencias, así como las de otras muchas compañeras a lo largo de los años, formaron parte, una parte importante, de la historia del colegio.



Si bien la vida en el internado  se sitúa en esas décadas, pudiera decirse que la narración, desde el punto de vista anímico, es intemporal porque, al principio los “cristinos” y “cristinas”, y desde 1897   las “cristinas” que pasaron por este colegio,  fuera cual fuese su época, sufrieron el mismo trauma que representa la pérdida de un padre, una madre o ambos, en la mayor parte de los casos  a edades muy tempranas. Unas y otras experimentaron la angustia infinita al ser separadas de sus seres queridos para ingresar en un internado en el que pasarían la mayor parte del año, ya que la precariedad económica en que quedaban las viudas, nuestras madres, impedía que la mayoría de las  alumnas pudieran disfrutar de vacaciones en sus casas, excepto en verano y algunas, ni eso. Todas, sintieron la misma congoja cuando el portón de esta casona se cerraba tras ellas el primer día de internado. Poco a poco, fueron comprendiendo que su apoyo estaba en las compañeras. Unas y otras, se fueron imbuyendo de disciplina, austeridad y sobre todo, de  compañerismo… Rieron, supieron sobreponerse cuando el devenir diario les era adverso, jugaron, lloraron cuando, una vez trascurrida la jornada, se encontraban consigo mismas en el refugio que les proporcionaba la cama en la oscuridad del dormitorio, se contaron sus cuitas, pasearon por los mismos lugares, y en muchas ocasiones, también fueron felices.
El hecho de tener que valerse por sí mismas, desde muy temprana edad, les hizo madurar mucho antes que el resto de las amistades de sus lugares de origen. En  definitiva, pasaron de la niñez a la juventud, la mayor parte del tiempo, entre las paredes  de este edificio. Entraron niñas y salieron jóvenes preparadas y dispuestas para afrontar la vida fuera del colegio.
Todo esto se manifiesta en el libro con una narrativa  amena y salpicada de anécdotas. A través de sus veinticuatro capítulos se observa  la evolución de la vida en el colegio con el paso del tiempo. La uniformidad de las alumnas, la vestimenta de las religiosas, la disciplina, las salidas del colegio, las entradas en él de personas ajenas al internado, las representaciones teatrales, los festivales, la relación de las alumnas con el profesorado…todo, todo fue evolucionando y esa evolución se observa a través  de las páginas del libro.
Describir el contenido de cada capítulo sería prolijo y restaría interés a su posterior lectura. Cada uno de los espacios, los lugares, las situaciones, los acontecimientos  que se desarrollaron y fueron vividos por las autoras, son descritos apoyándose en infinidad de  fotografías de personas, de lugares, de documentos, de manuscritos, de dibujos; en resumen, testimonios que ambientan al lector y ratifican lo narrado.
Si bien, en diferentes pasajes del libro, las autoras vierten comentarios y opiniones subjetivas, pues reflejan sus puntos de vista, dejan la puerta abierta y hacen referencia, a disparidad de opiniones sobre  determinados temas por parte de sus compañeras.
El edificio, las internas, su origen y vestuario, las monjas, el profesorado, la capilla y la religiosidad, la comida y los comedores, el estudio y los estudios, los valores, las notas, los castigos y los premios, etc. son algunos de los títulos de los diferentes capítulos que componen el libro.
Aquí, unas fotos del colegio en aquellos años, la sala de visitas, la escalera de San Rafael, allá, una hoja de prendas, más adelante, un grupo de alumnas en el año 1943,dos alumnas paseando con su hermano mayor que ha ido de visita, horarios, una circular dirigida a las madres o tutoras de las alumnas, notas finales de curso, títulos de bachiller, entregas de premios deportivos, recuerdos de Yala, la perra vigilante, minutas de menús en días especiales,  representaciones teatrales, patinaje en los recreos, visitas ilustres, reglas de urbanidad, canciones. Todo lo que fue la vida cotidiana del colegio, durante más de 70 años, queda reflejado.
El libro finaliza con unos anexos sobre sus lecturas, un amplio y detallado álbum de fotografías y una hemeroteca con recopilación histórica de reseñas, en  medios de comunicación escritos de diferentes épocas, alusivas al colegio de María Cristina.
Los lectores jóvenes, nuestros hijos y no digamos nada nuestros nietos, mostrarán extrañeza ante algunas situaciones, pautas o costumbres que se relatan, pero deben hacer un esfuerzo para trasladarse a los años de vivencias de las autoras, en los que las normas de comportamiento de la sociedad española eran muy diferentes a las actuales. Su narración sobre “el internado que vivieron” trascurre en unos años en los que España era la España en la que, en muchos colegios, estaba vigente lo de “la letra con sangre entra”, era la España de la escuadra y el cartabón ,del trozo de clarión atado a un cordel para hacer circunferencias en la pizarra, del estuche de dos pisos para lapiceros y gomas, del mes de las flores, de las planillas de caligrafía, del “ponte  mirando a la pared hasta que yo te diga”, del “escribe cien veces :no hablaré más en clase”, del luto interminable de nuestras madres cuando se quedaban viudas y  la liberación que les suponía el vestir de alivio al cabo del tiempo, de las piscinas para hombres y para mujeres, del prohibido cantar y la música en  Semana Santa, del queso americano, de la leche en polvo, de las rebanadas de pan con vino y azúcar, poca azúcar por cierto, de los cromos, las canicas, la peonza y el saltar a la comba, de los pololos y las mantillas, de los primeros viernes de mes, del twist y la yenka, de los viajes en trenes de máquinas de vapor con carbonilla entrando por las ventanillas, … En resumen, la España en la que   ”vivieron su internado”, era una España en blanco y negro, con tendencia al sepia, previo  al color.
Cuando uno termina de leer el libro,  se da cuenta de la ingente labor que han llevado a cabo las autoras recopilando datos, documentos y fotografías, recabando información y haciendo un esfuerzo memorístico para recrear situaciones que sucedieron hace muchos años. Destaca la colaboración que han tenido de muchas compañeras que han aportado documentos, anécdotas y recuerdos.
La lectura de este libro está recomendada:
A las antiguas alumnas del colegio María Cristina, pues les ayudará a recordar nombres de compañeras y  acontecimientos vividos. El verse en alguna de las muchas fotografías que ilustran el libro, les servirá para revivir el instante en el que fueron  hechas, en definitiva, rememorar momentos pasados, muchos de los cuales han permanecido ocultos , en un rincón de su memoria, durante muchos años.
Está recomendada a los pínfanos que estudiamos en otros colegios,  ignorantes, la mayoría,  de  la existencia de éste  a no ser que tuviéramos hermanas o compañeros con hermanas en él, porque nos servirá para comparar la vida, que relatan se llevaba aquí, con lo que nosotros vivimos.
Recomendada a  los habitantes de Aranjuez, que durante tantos años vieron, como un elemento más integrado en la vida de esta villa, esas largas filas de tres en tres, de chicas  uniformadas, transitando por sus calles camino del Jardín del Príncipe, el de la Isla o el Palacio Real, para que conozcan sus actividades dentro de este gran edificio, sus inquietudes, y por qué no, sus frustraciones.
Recomendada a  los huérfanos de militar de nuestros días, que debido a la política de ayudas a los estudios del Patronato y  a la gratuidad de la Enseñanza en Primaria y Secundaria, no se ven forzados a salir de sus casas siendo niños e ingresar en un internado, para que sepan que, hace unos años, unos predecesores suyos tuvimos que hacerlo y cómo se vivieron en este colegio los años de separación familiar.
Recomendada, en fin, a las madres de antiguas alumnas que todavía vivan y a las viudas de militar de hoy en día .A las primeras, que, con la pensión paupérrima, que les quedaba a la muerte de sus maridos , tuvieron que pasar por el trance de tener que deshacer lo que les quedaba de su familia con el fin de que tuvieramos una educación que ellas no podían darnos, para que conozcan la realidad del devenir de sus hijas en sus años de internado, muchas de cuyas circunstancias les fueron ocultadas para evitarles sufrimientos. A las segundas, las viudas actuales, para que valoren la suerte de no tener que separarse de sus hijos durante la mayor parte de muchos años.
El colegio  María Cristina de Aranjuez desapareció como tal en 1970 y permítanme que, antes de terminar, haga una referencia al local en el que nos encontramos y al que las autoras le dedican un capítulo. En este capítulo se narran, de forma detallada, la diversidad de actos que aquí se celebraban.
 Al cerrarse el colegio, en este salón de actos se hizo el silencio durante un tiempo hasta que los nuevos propietarios lo remodelaron y volvieron a darle utilidad. Si hiciésemos  volar  la imaginación es muy probable que en el sosiego de las noches en las que permaneció vacio ,se escuchasen, como una gran psicofonía, los ecos de las risas de cientos de niñas, los gritos de terror ,los suspiros embelesados y las airadas protestas ante la mano censora, que se interponía entre el objetivo del proyector y la pantalla durante las proyecciones cinematográficas de los días festivos; se escucharían las discusiones trascendentes y conclusiones sesudas después de una sesión de cine fórum; resonarían los diálogos, unas veces profundos, otras frescos y jocosos, de las representaciones teatrales de obras de  Casona,  Sagarra,  Perrault, los Quintero,  Mihura,   Muñoz Seca,  Paso y tantos otros; se oirían las lecturas mesuradas, con verbo un tanto engolado y dicción perfecta, de los mantenedores de los Juegos florales y como no, atronarían el silencio del salón los sonidos de las guitarras eléctricas y baterías de los conjuntos musicales que, en los años finales, irrumpieron en este centro en festividades señaladas .
Sí, el colegio desapareció y aquí se hizo el silencio, pero gracias a  Naty y Marta y al libro que han escrito y que hoy les  presento, su recuerdo se ha reavivado y permanecerá para siempre en la mente de cuantas pasaron por aquí. Igualmente los valores de unidad, solidaridad y compañerismo que, poco a poco, fueron forjando, tanto la relación entre las alumnas, como su personalidad, se verán reafirmados tras la lectura del libro, sin que les afecte el paso de los años.
Permítanme que desde aquí les dé la enhorabuena y las  gracias a las dos, por lo que han conseguido. Muchas gracias.  



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